Pocas noticias podrían hacer más feliz al PSOE. Rajoy afirma continuar, y lo hace, según parece, apoyado por tres de los personajes más carismáticos de los "niños de la gaviota": Aguirre, Gallardón y Camps.
A los dos primeros, la decisión del gallego les habrá sentado como una patada en donde no se dice, especialmente después de la lucha intestina que viene sufriendo el partido desde hace meses (o años) entre los moderados de Gallardón y los ortodoxos de Esperanza. Esta última se atreve incluso a dejar claro que el aparato del partido está con Rajoy, y que todo aquel que preste batalla, no tendrá nada que hacer.
Quizás Rajoy sepa que su marcha hubiera significado un clima de ruptura del partido similar a la que sufrió el PSOE "pos-Felipe". Y quizás por ello se mantenga ahí. O puede que le haya gustado la poltrona, incluso cuando es derrotado por un Zapatero que, sin ser un gran Presidente del Gobierno, ha mostrado ser un fantástico candidato.
Lo que no sabemos es si Rajoy llegará a 2012 tranquilamente. Gallardón y Aguirre tienen demasiada ambición y demasiadas cuentas pendientes para que se resignen a aguantar silenciados bajo un líder que, ni convence a los españoles, ni los convence a ellos. Ni mucho menos a los medios próximos a los de Génova.
Sin duda, las celebraciones por la continuidad de Rajoy no son tanto en Génova como en Ferraz. Puestos a elegir, prefieren a un Rajoy "maricomplejines" (que diría el predicador liberal, Federico Jiménez Losantos) que a los dos líderes madrileños, los cuales han mostrado sobradamente su capacidad de movilización. Lo que ya no está tan claro es si Rajoy logrará en el futuro lo que Gallardón si conseguiría: arrastrar el voto de los indecisos y de los socialistas críticos con el devenir de Zapatero.
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