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jueves, 13 de marzo de 2008

El método D`Hondt, entre la utilidad y la injusticia.

Se está hablando mucho últimamente sobre la famosa ley electoral, principalmente debido al descalabro de Izquierda Unida y a que Rosa Díez ha necesitado 300.000 votos para obtener un escaño por la provincia de Madrid.

Me parece muy lógico que IU y UPyD se quejen. Realmente es injusto que un voto le cueste menos de 60000 papeletas al PNV y 300000 a estas dos fuerzas. Está clarísimo, el método D'Hondt está construido para favorecer el bipartidismo, la alternancia de dos fuerzas, que crecen, por supuesto, exponencialmente debido a su capacidad mediática, dejando a las fuerzas "minoritarias" en el desamparo electoral más absoluto. Con el método electoral en vigor, las fuerzas pequeñas están destinadas a empequeñecer lentamente y de forma sostenida.

Sin embargo, y observando experiencias como la italiana, no creo que los grandes partidos se atrevan a proponer el sistema Sainte-Laguë u otros que favorezcan una representación más pura, aun siendo más justos. Los países con sistemas electorales más reales tienden a crear un Parlamento cuarteado, en el que las mayorías se convierten en tejemanejes mucho más complicados, que favorecen el conchavamiento de los grandes partidos con pequeñas formaciones. Si esto ya ocurre hoy con un sistema corregido, imaginémonos un Congreso con catorce o quince fuerzas políticas, cuatro o cinco de ellas por encima de los 40 o 50 diputados, pero ninguna con una mayoría más o menos respetable. Podría llegarse a la inoperancia parlamentaria.

Partiendo de que ningún sistema electoral es perfecto, es cierto que el actual es mejorable, sobre todo para lograr que los votos valgan igual en Madrid que en Teruel, para que se vea la realidad de los votos y cada cual tenga el peso real de su población. Podemos acercarnos a ello. Y también sería esencial acabar con el esperpento de las listas cerradas o reducir su impacto.

Yo propondría que un escaño por provincia fuera elegido en listas cerradas, eligiendo un partido político, mientras que el resto de escaños, asignados en relación directa a las personas que hayan ejercido su derecho al voto, sean elegidos en listas abiertas. Los alemanes utilizan un sistema con cierto parecido y no parece irles mal.

De todos modos, ésta es de esas disputas vanas, ya que ninguno de los dos grandes partidos estarán dispuestos a reformar una ley electoral que ha funcionado bastante bien para ellos, y que ha favorecido una cierta estabilidad institucional.

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